domingo, 6 de octubre de 2013

Escrito

Hace tiempo escribí este cuento y tenía ganas de subirlo, así que, ahí va:

Deseos soñados

M

e reí, y mi risa me relajó y me ayudó a soltarme, a ser feliz, a olvidarme de lo que la gente pudiera pensar. Tenía los brazos extendidos y estaba mirando hacia el cielo con los ojos cerrados. Era divertido, muy divertido, así que no me importó estar calándome, no llevar chubasquero ni paraguas, ni siquiera zapatos. Volví a reír, y para cuando paré, ya había empezado a cantar: al principio fue una canción cualquiera, después,  "I´m singing in the rain", y por último, ya que me pareció demasiado clásico, volví a mi primera intención, cantando una canción tras otra, fuera cual fuese, trozos de canciones, otras enteras y hasta a veces, inventándome alguna. Cuando terminé, suspiré y me puse a pensar, pero rápidamente deseche la idea; total, lo único que iba a ganar era un resfriado: mejor aprovechar el tiempo todo lo que pudiese.

Hacía tiempo que deseaba hacer aquello, correr bajo la lluvia, cantar, saltar, ir descalza por el campo delante de la casa de mis padres. De pequeña si lo hacía, varias veces al día, necesitaba correr, sentirme libre, que no tenía obligaciones, ni que nadie me estaba vigilando: que estaba en un mundo aparte del resto, en el que nadie podía juzgarme, hiciera lo que hiciese. Pero nunca salía mientras llovía, nunca me habían dejado. Ahora, ya nadie podía obligarme, así que ahí estaba, disfrutando de algo tan simple como mojarme.

 Recordé que , una vez, cuando tenía nueve años y había salido al jardín trasero(mucho más pequeño que el delantero), empezó a llover. me escondí en el garaje, pero dejé la puerta abierta(siempre lo hacía así, me escondía de la lluvia, pero dejaba alguna ventana o puerta abierta: la tenía respeto). Hacía frío, cogí una chaqueta y me la puse pero no me moví. Y hasta que empezó a nevar, no conseguí desplazarme ni un centímetro; pero entonces salí corriendo; cogí mis guantes y mi abrigo y volví a correr hacia la salida para poder jugar y saltar bajo la nieve.

De alguna forma, de pequeña, yo pensaba que la lluvia era mi superior, y la nieve mi igual, mi compañera de juegos; pero ya no, no, ahora había crecido y la nieve y yo habíamos alcanzado a la lluvia para poder salir a jugar con ella: ya no la teníamos ningún miedo.

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